Una suegra problemática es uno de los grandes clichés presentes en series y películas, utilizado para generar tensión entre los personajes principales, convirtiéndose en un obstáculo que, si no se aborda, podría llevar a la separación de los protagonistas. Esta herramienta cinematográfica puede tener un trasfondo real, ya que expertos en el área sostienen que una suegra difícil puede ser el detonante del fin de una relación.
En un estudio realizado por Terri Orbuch, psicóloga y profesora en el Instituto de Investigación Social de la Universidad de Michigan, se llevó a cabo un análisis de 373 parejas, quienes calificaron la cercanía que tenían con sus suegros, manteniéndose en contacto con sus vidas a lo largo de 26 años.
Al finalizar el periodo de observación, Orbuch concluyó que cuando los hombres son cercanos a sus suegros, el riesgo de divorcio disminuye un 20 por ciento. En contraste, las mujeres experimentan un aumento del 20 por ciento en este mismo riesgo. Esta diferencia se debe a que ellas tienden a ver a sus suegras como competidoras en lugar de aliadas, lo que provoca una lucha por el amor y la aprobación del hombre que es ambos: hijo y esposo. Los hombres, por su parte, no se centran tanto en la relación, ya que su principal objetivo es proveer para su familia y no suelen tomar las acciones de los demás de forma personal.
Así como la nuera puede sentirse amenazada, la madre también siente inseguridad, y los comportamientos más comunes de una mujer en esta situación incluyen: intromisión, desaprobación general (sobre la forma de vestir, cocinar, criar a los hijos, etc.), minimización de habilidades o talentos, comentarios hirientes, invasión del espacio personal (visitas no anunciadas a los hijos o nietos), entre otros.
Una pregunta habitual en situaciones así es: “¿por qué el hijo no hace nada?”, pero lo que parece una respuesta clara para muchos no lo es para ellos, ya que se encuentran entre la mujer de su vida y la que les dio la vida.
Además, este comportamiento no es evidente, ya que al integrarse a una nueva familia, es común buscar la aprobación de cada miembro y evitar incomodar o generar conflictos. Se trata de un camino que se recorre casi sin darse cuenta, intentando agradar a los demás a expensas de los propios sentimientos. No obstante, si algo perturba la paz, es preferible comunicarlo y buscar soluciones.
En primer lugar, es fundamental hablar con la pareja para que conozca la situación y cómo esta les afecta emocionalmente. Luego, ambos deben conversar con la suegra para hacerle entender que son una familia en proceso de aprendizaje y deben contar con el espacio necesario para cometer sus propios errores, aciertos y adaptarse a la dinámica familiar.
Si las intromisiones persisten, es vital mantener el apoyo hacia el cónyuge; de lo contrario, el matrimonio puede verse seriamente comprometido. Y si a pesar de los intentos nada cambia, incluso si la pareja parece incapaz de ver la magnitud del problema y poner límites, es recomendable buscar ayuda profesional. Existen psicólogos especializados en relaciones familiares que pueden ser de gran apoyo para resolver conflictos.