Al adoptar un perro, a menudo no te das cuenta de que pronto se convertirá en un miembro de tu familia, que te acostumbrarás a su presencia y a su afecto, que experimentarás una lealtad inigualable y un ser tan fiel, que con el tiempo te sentirás más cómoda a su lado que con ciertas personas.
Cuando lo traes a casa, puede que no imagines que un día llegarás y él se habrá comido tus zapatos preferidos, y en lugar de enojarte, te sentarás a su lado y te reirás de sus travesuras; descubrirás que ambos comenzarán a crear rutinas como salir a pasear, sentarse juntos y pasar las tardes leyendo con él a tus pies; aprenderás a interpretar su lenguaje de miradas y gestos, así como los miles de sentimientos que los unirán cada vez más.
Su amor será incondicional
Aquél pequeño animal, que al principio no parecía tener gran relevancia, se transformará en tu ser favorito, pues pronto notarás que su existencia está dedicada a ti, a hacerte feliz y a acompañarte en tus momentos de soledad, sin palabras y sin juicios; simplemente estará ahí para escuchar tus locuras y hacerte sentir amado.
Con el paso de los años, te irás volviendo adicta a su compañía, a sus ladridos que ya te resultan familiares, a sus travesuras, a encontrarlo dormido en los rincones más inverosímiles, a alimentarlo y a recibir su mirada satisfecha y agradecida.
Él te será fiel hasta el último aliento
Y entonces llega el doloroso instante de la despedida, un momento que tu mente no comprenderá de inmediato, que te dejará sin aliento al perder a tu mejor amigo, y es tan desgarrador como perder a cualquier miembro de la familia, incluso puede que para muchos sea más doloroso.
Solo aquellos que han experimentado una pérdida similar podrán entender tu sufrimiento, verán ese enorme vacío que ha surgido en tu corazón, sentirán la soledad que te rodea, y cómo no deseas dejar tu cama. Habrá quienes te critiquen y juzguen, sin tener idea de lo que verdaderamente estás atravesando.
Muchos no comprenderán tu dolor
Decirle adiós a tu compañero de aventuras, juegos y risas, a quien ha secado tus lágrimas sin pedir nada a cambio más que tu cariño, despedirte para siempre de tu amigo leal, será tan complicado que te tocará en lo más profundo de tu ser. Puede que al principio sientas que sigue corriendo por los pasillos o que lo encontrarás sobre el sofá masticando un calcetín; estarás ansiosa por verlo entrar corriendo y tirarse sobre ti… y tristemente, eso ya no sucederá.
Solo el tiempo podrá sanarte, solo la fortaleza que él te brindó podrá consolarte y tal vez algún día sientas la necesidad de abrir tu hogar a otro perro. Nunca será un reemplazo, pero aprenderás que necesitas la compañía de uno de esos peludos en tu vida y que hay que seguir adelante. Quizás en otra vida vuelvan a reunirse y él te acompañe nuevamente en tu viaje.
Hasta siempre amigo
“Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida”, Anatole France.