La falta de energía, la fatiga crónica, el aumento del consumo de alcohol y la adicción a los alimentos con alto contenido de azúcar “para mantenerse activo” pueden ser algunas señales de advertencia del agotamiento, una condición que se vuelve más común cada día.
Que Organización Mundial de la Salud anunció que luego de su Asamblea Mundial en Ginebra en mayo pasado, se determinó incluir el burnout como un fenómeno ocupacional en la Clasificación Internacional de Enfermedades.
El término agotamiento, a menudo traducido como «quemar» o «derretir», se utilizó a mediados de la década de 1970 para describir coloquialmente las actitudes de algunos profesionales de la salud hacia su trabajo diario.
Poco a poco se fue extendiendo su uso y se le agregaron componentes emocionales hasta convertirse en lo que ahora se conoce como “un síndrome derivado del estrés laboral crónico que no ha sido manejado con éxito”.
Las manifestaciones del burnout se distinguen por tres dimensiones: sentimientos de agotamiento o agotamiento energético; mayor desapego mental del trabajo o sentimientos de negativismo o cinismo relacionados con él; y reducción de la productividad personal.
Incluso si el diagnóstico de esta -ahora oficial- enfermedad entra en vigor a partir de 2022, el empleado deberá consultar a un médico si presenta síntomas.
