Puede que hayas experimentado unas semanas de intenso trabajo, dificultades en el hogar o en la escuela, o sucesos inusuales. Sea cual sea el motivo, es posible que hayas comenzado a sentir que tu cuerpo clama por un descanso, pero no sabes exactamente por qué. Quizás la presión acumulada ha desencadenado ansiedad.
El estrés es la respuesta del cuerpo a situaciones dañinas, ya sean reales o imaginarias. Cuando te sientes amenazada, el organismo produce una reacción química que le permite actuar de manera que minimice el riesgo de lesiones, lo que provoca un aumento de la frecuencia cardiaca, una aceleración de la respiración, tensión muscular y un incremento de la presión arterial.
Consecuencias
Una de las reacciones bioquímicas que ocurren es la producción y liberación inmediata de neurosustancias generadas por la glándula suprarrenal, conocidas como catecolaminas, incluyendo adrenalina, noradrenalina y cortisol.
Las dos primeras dilatan los vasos sanguíneos de los órganos vitales para protegerlos en situaciones de riesgo, y reducen la circulación en las áreas menos críticas. Por otro lado, el cortisol eleva la glucosa en sangre y convierte grasa en energía.
Sin embargo, a largo plazo, esta liberación hormonal puede resultar en problemas más serios como un mayor riesgo cardiaco y niveles elevados de triglicéridos. Además, disminuye la producción de insulina y debilita el sistema inmunológico, haciendo al cuerpo más vulnerable a microorganismos.
¿Qué lo provoca?
Los factores que generan estrés se conocen como estresores, y no todos son negativos. A veces, eventos positivos como casarse, comprar una casa, ingresar a la universidad o recibir un ascenso también pueden provocar angustia.
El estrés no siempre proviene de factores externos. También puede ser interno o autogenerado, como cuando te preocupas excesivamente por algo posible o tienes pensamientos pesimistas e irracionales sobre la vida.
Síntomas
Este trastorno puede causar problemas psiquiátricos como ataques de pánico, trastornos de ansiedad, insuficiencia en las glándulas suprarrenales, problemas de tiroides, irregularidades en el ciclo menstrual e incluso diabetes.
Algunos de los síntomas más comunes incluyen:
- Caída del cabello
- Tensión constante y excesiva
- Sensación de hormigueo
- Dolores musculares
- Escalofríos
- Agitación
- Sequedad bucal
- Impaciencia
- Pérdida de memoria
- Temblores
- Debilidad
- Vértigo
- Fatiga
- Dificultad para respirar
- Ira
- Problemas para conciliar el sueño
- Exceso de sueño
- Irritabilidad
- Diarrea
- Palpitaciones
- Sudor frío
- Tristeza
- Depresión
- Apatía
- Sentimientos de desesperanza
Adicionalmente, puede causar afecciones cutáneas como dermatitis alérgica de contacto, caspa, psoriasis, vitiligo y sudoración excesiva. A esto se le denomina psicodermosis, que también puede conllevar la aparición de herpes debido a la debilitación del sistema inmunológico.
Cómo deshacerse del estrés
Para mitigar los síntomas, es fundamental adoptar una alimentación saludable, realizar actividad física y cambiar hábitos, así como tratar de descansar adecuadamente por las noches y abandonar hábitos nocivos. Siempre que sea posible, intenta mantener un equilibrio entre tu trabajo, tu familia y tus momentos de ocio.
Es crucial identificar la raíz del problema que te está causando estrés. Evita los conflictos cuando sea posible, aprende a disfrutar la vida y considera practicar técnicas de meditación o ejercicios que te ayuden a relajarte.