La vida está repleta de historias asombrosas que nos emocionan y nos brindan esperanza. Tal es el caso de Erika Moreira y Leonardo, una pareja de brasileños que demostraron cómo un acto de amor genuino puede convertir la adversidad en bendición. Esta es su historia.
Durante su adolescencia, a Erika se le diagnosticó glomeruloesclerosis focal y segmentaria (GEFS), una condición que provoca el deterioro gradual de las funciones renales, afectando así la calidad de vida de quien la padece.
En 2018, un amigo en común juntó a los futuros esposos, sin saber que no solo estaba presentando a Erika al amor de su vida, sino también al hombre que, con su noble gesto, le devolvería la oportunidad de recuperar su salud. Una maravillosa prueba de que todo llega en el momento justo.
Fue amor a primera vista. Iniciamos una relación y pronto nos comprometimos. Comenzamos a organizar nuestra boda, que iba a celebrarse en 2020. Sin embargo, debido a la pandemia, tuvimos que modificar nuestros planes. Sostenimos la fecha de la ceremonia civil programada para 2020, pero pospusimos la boda religiosa para junio de 2022.
Desafortunadamente, había que actuar con rapidez, ya que la función renal de Erika había descendido a menos del 20 por ciento, lo que significaba que el único camino viable para ella sería un trasplante de riñón. Durante la búsqueda de donantes, se descartó a sus familiares directos, pero por suerte, su prometido demostró tener una mayor compatibilidad.
Me llenó de felicidad saber que tenía las mejores condiciones para ser el donante y ayudar en la mejora de su salud. En el momento en que me enteré de que él sería mi donante, experimenté una inmensa alegría, un profundo agradecimiento a Dios y a mi esposo por su valentía, actitud y compañerismo. Sentí libertad y victoria al saber que podría tener un futuro, realizar planes y hacer realidad mis sueños.
Dos semanas antes del trasplante, la pareja se casó, celebrando su unión con una fiesta inolvidable. En el día de la operación, al entrar al quirófano, los recién casados estaban un poco nerviosos, pero mantuvieron la fe de que todo saldría bien. La cirugía de Leonardo duró cerca de dos horas y al día siguiente fue dado de alta sin complicaciones.
En cuanto a Erika, estuvo en el quirófano aproximadamente tres horas y media. Su recuperación fue algo más complicada debido a un posible rechazo del órgano trasplantado, por lo que tuvo que pasar casi una semana en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital. Luego, fue trasladada a una habitación, donde su estancia hospitalaria se prolongó por dos semanas más. Sin embargo, tras su recuperación, ambos celebran, unidos y felices, esta nueva oportunidad que les ha sido otorgada.
Me siento como una persona renovada. Quiero cumplir mis sueños y mis planes. Antes no tenía muchas expectativas ya que siempre estaba preocupada por mi salud.
