Para Turquía, lo peor aún está por llegar, ya que en la tarde-noche de este 20 de febrero se registró un terremoto de 6.4 grados de magnitud en la escala de Richter, en la zona sur, específicamente en la provincia de Hatay, muy cerca del Mediterráneo y de la frontera con Siria. Posteriormente, se detectó otro seísmo de 5.8, junto con aproximadamente noventa réplicas de menor intensidad.
Según los informes oficiales, hasta el momento, se han contabilizado seis fallecidos y alrededor de 700 heridos en ambos países. De acuerdo con el Ministerio turco, 294 de esos heridos han requerido hospitalización, pero las áreas más afectadas han quedado sin suministros de energía, lo que complica las labores de rescate.
La situación en Siria es aún más complicada debido a la división generada por la guerra civil entre el gobierno de Al Asad y los rebeldes. No obstante, el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos ha reportado que hay 470 heridos, incluyendo personas que se han lanzado desde balcones y han sido golpeadas por escombros.
Una de las principales preocupaciones en Turquía es la estabilidad de varios embalses de agua de la región, que sufrieron daños estructurales durante los temblores del pasado 6 de febrero. Sin embargo, el Gobierno ha asegurado que no existe riesgo de colapso.
Estos temblores han provocado escenas de pánico, y las autoridades locales han solicitado con urgencia el envío de tiendas de campaña, ya que la población teme regresar a sus hogares debido al riesgo de nuevos derrumbes.
Es importante mencionar que la provincia de Hatay es una de las 11 que resultaron más afectadas por los primeros terremotos. Además, con las labores de búsqueda de sobrevivientes casi finalizadas, existe la preocupación de que aún pueda haber miles de cuerpos atrapados entre los escombros.
Por otro lado, la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias activó de manera preventiva la alerta de riesgo por posibles tsunamis, aunque fue desactivada minutos después. La entidad nacional instó a la ciudadanía a mantenerse alejada de la costa como precaución ante el posible incremento del nivel del mar, estimado en unos 50 centímetros.
Varios especialistas geológicos han indicado que podrían producirse nuevos sismos de menor magnitud en las próximas semanas o incluso meses.