Frecuentemente, los padres aseguran a sus hijos que el estudio es la mejor herencia que pueden ofrecerles. No es un secreto que la educación amplía las posibilidades hacia una vida mejor. Sin embargo, lamentablemente, no todos tienen acceso a ella.
Vivimos en un mundo donde cada vez hay más niños que carecen de oportunidades educativas, y es ahí donde debemos actuar de acuerdo con nuestras capacidades, intentando ampliar el acceso a los servicios educativos, que son un derecho fundamental de todos los niños.
Entre las numerosas historias tristes, también existen relatos de éxito que nos inspiran a continuar y nos demuestran que, aunque el camino no sea sencillo para todos, siempre hay esperanza. Un ejemplo de ello es Rosilene de Santana Souza, una mujer brasileña que comparte su dura infancia y el esfuerzo que le costó alcanzar su sueño de convertirse en jueza.
Rosilene creció con sus padres y seis hermanos en una comunidad en Oliveira dos Brejinhos, Brasil. A la edad de diez años, tuvo que abandonar la escuela debido a que no había maestro en su comunidad. No obstante, esto no detuvo su deseo de seguir estudiando, y dos años después se mudó con su hermana a otro municipio donde pudieron reanudar sus estudios.
Fue allí donde comenzó a trabajar como empleada doméstica a una edad temprana. Rosilene recuerda que compartía zapatos y colchón con su hermana, durmiendo en la cocina de una familia amiga hasta que cumplió 19 años y pudo independizarse.
En 2003, se trasladaron a Colatina, un municipio en el estado de Espírito Santo, Brasil, buscando mejores oportunidades para estudiar y trabajar.
“Mi objetivo era encontrar un lugar donde pudiese trabajar y estudiar. Trabajando para mi supervivencia, pero con el estudio siempre como prioridad. Desde el principio fue muy complicado. Al llegar a Colatina, trabajé para una familia y no podía asistir a la universidad en ese momento porque no ganaba lo suficiente para cubrir los costos”.
– Rosilene de Santana Souza, para Televisión Gazeta Noroeste
El salario de su trabajo como empleada doméstica no le permitía mantener sus estudios, así que en cuanto tuvo la oportunidad de inscribirse en un curso técnico gratuito sobre edificaciones ofrecido por el Ifes (Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de Espírito Santo), no dudó ni un momento.
Al finalizar el curso, este le brindó mejores oportunidades laborales y salariales. Con un sueldo más alto, Rosilene pudo ahorrar lo suficiente para ingresar a la facultad de derecho, donde logró obtener una beca, marcando así el primer paso hacia una vida gratificante pero difícil.
“Trabajaba de 8 a. m. a 6 p. m., y estudiaba de 7 p. m. a 10 p. m., lo que sólo me dejaba el tiempo de 10 p. m. a 1 a. m. para estudiar más y complementar. Fue un período bastante complicado.”
A pesar de las dificultades y con gran esfuerzo, Rosilene logró obtener su título. Sin embargo, ella deseaba alcanzar más, por lo que participó en más de una decena de concursos para convertirse en jueza, lo cual finalmente logró, obteniendo el primer lugar y eligiendo la ciudad donde trabajaría.
Después de tantas adversidades, Rosilene se siente orgullosa de sus logros. También compartió que parte de su difícil infancia fue la falta de recursos. Recuerda que ella y su familia solían visitar la carnicería a solicitar restos de huesos para poder alimentarse.
“Vemos a niños buscando comida para sobrevivir, por lo que hablar de educación puede parecer una lejana utopía. Yo misma viví eso en mi infancia. Sin embargo, lo que les puedo aconsejar a quienes compartan mi origen es que lo crean. La educación es nuestra única salida, dada nuestra situación social, sin herencias ni apoyo. La educación es el camino que puede salvar vidas, así como salvó la mía.”