A medida que pasa el tiempo, la sociedad ha buscado orientarse hacia un entorno más inclusivo, estableciendo leyes y reformas destinadas a reducir la discriminación y garantizar que todos se sientan cómodos y respetados. Un claro ejemplo de esto son las legislaciones en pro de la diversidad sexual que se han promulgado en diversos países europeos, como Irlanda.
No obstante, a pesar de la continua transformación y el progreso de las generaciones, hay individuos que persisten en rechazar estas nuevas normativas, priorizando sus propias creencias e intereses. Un caso reciente es el de un docente y sacerdote que fue despedido de la escuela secundaria donde laboraba por negarse a utilizar pronombres neutros para referirse a alumnos no binarios, es decir, aquellos que no se identifican ni con el género masculino ni con el femenino.
El maestro religioso Enoch Burke sostenía que su despido era absurdo e injustificado; al igual que se negó a emplear los pronombres, también rechazó aceptar la decisión de la escuela de prescindir de sus servicios. Tras su despido, Burke continuó presentándose en la institución con la intención de “trabajar”.
Por razones evidentes, se le impidió la entrada, por lo que no tenía derecho a estar allí. En varias ocasiones, se le solicitó que se retirara, pero él se negaba a hacerlo. Las autoridades escolares afirmaron que su presencia generaba temor entre los estudiantes. Asimismo, los alumnos de la comunidad LGBTQI+ mencionaron que su presencia les recordaba los prejuicios que habían sufrido.
A pesar de todo, durante tres días consecutivos, el maestro continuó presentándose y se negaba a abandonar el lugar, por lo que el director de la Escuela del Hospital de Wilson decidió llamar a la policía y solicitar que lo llevaran, ya que su presencia, al no tener derecho a estar allí y no formar parte de la institución, podía considerarse allanamiento de propiedad privada.
La policía lo arrestó, pero al persistir en su negativa a alejarse, fue detenido por 100 días al incumplir una orden de alejamiento. Burke fue liberado justo antes de las festividades navideñas, pero continuó descontento por lo que consideraba una injusticia, argumentando que el motivo de su despido era absurdo y que su fe cristiana le enseñaba que solo existen dos géneros: femenino y masculino.
El profesor Burke incluso recibió apoyo de personas que se manifestaron frente a la prisión pidiendo su liberación, pues comparten su ideología. Sin embargo, para la escuela, la seguridad y el bienestar de sus estudiantes son prioritarios; si en lugar de sentirse cómodos, experimentaban discriminación, no podían permitir que el profesor continuara laborando allí.