Entre todos los paisajes que pueden cautivarnos, el mar se erige como el gran favorito. Contemplar el mar, percibir su aroma, y sentir la arena bajo tus pies es una experiencia inigualable. Nací en una ciudad relativamente cercana al mar, y cada verano viajábamos al puerto. Creo que no tenía más de un año cuando descubrí lo que era mojarme con sus olas y comenzé a familiarizarme con el sonido de su rompiente, la fragancia de la brisa, la maravilla de la arena y el cielo que se convierte en un lienzo de colores en cada atardecer. Realmente, es un privilegio.
La idea de que el mar tiene beneficios para la salud no es algo reciente. Desde el siglo XVIII, los médicos recomendaban viajes a la costa o visitas a clínicas que ofrecían tratamientos con agua de mar. A mediados del siglo XIX, los baños de mar ya se habían convertido en una moda importada de Inglaterra y Francia. En la actualidad, algunas playas ofrecen ‘baños de ola’ junto con talasoterapia: agua, barros marinos, algas, arena, y otros elementos del mar como agentes terapéuticos.
No hace mucho que los científicos han comenzado a investigar los beneficios del océano de manera experimental. El mar tiene múltiples efectos positivos en la salud y el bienestar. Investigadores del Centro Europeo para el Ambiente y la Salud de la Universidad de Exeter llevaron a cabo un proyecto hace algunos años en el que mostraban a estudiantes fotografías de océanos, campos verdes y ciudades, preguntándoles cuál de esos entornos preferirían a la hora de pagar por un cuarto de hotel. Los resultados siempre favorecieron a la vista al mar.
Todo se cura con agua salada: ya sea con sudor, lágrimas o el mar.
—Isak Dinesen, escritora danesa (1885-1962)
La brisa marina actúa como un spray natural rico en yodo. Su pureza y contenido en iones negativos son beneficiosos, ya que refuerzan los mecanismos de defensa de nuestro cuerpo al inhalarla. Además, parece que previene enfermedades respiratorias.
En el agua de mar se encuentran 89 elementos esenciales presentes en nuestro organismo, además de diversas vitaminas y microorganismos que liberan sustancias antibacterianas, conferiéndole propiedades antibióticas y efectos analgésicos y antiinflamatorios.
No sorprende que el ambiente de la playa sea relajante, pero es crucial entender el impacto que tiene en la salud de las personas. Bañarse en el mar no solo es refrescante y maravilloso, también ofrece beneficios físicos y terapéuticos. De hecho, un chapuzón en el mar puede convertirse en todo un tratamiento de belleza.
En la antigua Grecia, se tomaban baños de agua marina por sus propiedades curativas para afecciones cutáneas, además de ser un excelente relajante muscular. Simplemente nadar en el mar, gracias a la acción mecánica del oleaje, fortalece músculos y articulaciones. También es eficaz para aliviar problemas de circulación.
Nadar en el mar y tomar el sol incrementa el efecto de la vitamina D. El alto contenido en magnesio del agua proporciona una relajación muy beneficiosa para reducir el estrés. Otra razón para amar la playa es que la piel se beneficia de su efecto nutritivo y exfoliante, que elimina toxinas. Gracias a componentes como el sodio, el zinc y el cloruro de potasio, el agua de mar puede tener efectos curativos en quemaduras o heridas leves, reacciones alérgicas, eccemas, etc. Los minerales presentes en el agua mantendrán tu piel nutrida, más elástica y con un aspecto más saludable.
Todos reaccionamos de forma positiva ante ambientes que nos conectan con la naturaleza. Sin embargo, la playa, con el mar y la arena, provoca que nuestro cerebro se sienta más relajado. Su efecto es terapéutico tanto física como psicológicamente. La combinación del aire marino y el sonido de las olas proporciona una relajación inigualable, y los colores —desde el azul del agua al turquesa y el cielo reflejándose en el mar— evocan calma y serenidad.
Finalmente, la mejor terapia es, sin duda, caminar por la playa. Rodeados por el ambiente y el aroma a sal, la sensación de la arena en nuestros pies—como al caminar descalzos sobre el pasto—nos transmite una conexión con la tierra, haciéndonos sentir mejor y más humanos.
El deseo de estar cerca del mar podría deberse a una ‘preferencia innata’ por la vista y los sonidos del agua, o a que las personas responden positivamente a cómo la luz se refleja en esta. También puede haber una preferencia debido a asociaciones individuales, como recuerdos de una infancia feliz en el mar.
A medida que crece la preocupación por evitar el estrés y relajarse para prevenir enfermedades, esta se convierte en una de las mejores recetas para sentirse feliz y recargar energías. Así que, siempre que tengas la oportunidad: ¡a la playa!