A diario, observamos cómo el aprecio por la tecnología entre niños, adolescentes y un número creciente de adultos se ha convertido en una especie de adicción, consumiendo cada vez más tiempo y dedicando más horas a esta actividad que al descanso.
Esta fue la base del experimento llevado a cabo por la psicóloga infantil rusa Yekaterina Murashova, con el objetivo de mostrar qué ocurre cuando se priva a niños y jóvenes de acceso a Internet o cualquier tipo de tecnología durante un día entero.
Un total de 68 jóvenes, con edades entre 12 y 18 años, accedieron voluntariamente a pasar ocho horas aislados, sin ningún tipo de medio de comunicación como teléfonos celulares, radios, televisores o computadoras. Las únicas actividades permitidas eran las “normales”, como escribir, leer, tocar un instrumento musical, pintar, tejer, cantar y caminar.
La finalidad de Murashova era comprobar su hipótesis de que la generación joven a menudo se halla demasiado entretenida con cosas de las que no son responsables y que les resulta complicado mantenerse ocupados por sí mismos, además de estar casi completamente desvinculados de su propia imaginación.
Según las reglas del experimento, los chicos debían explicar al día siguiente cómo habían enfrentado la idea de estar solos en esas condiciones. Se les permitió describir sus sentimientos durante el experimento y hacer un registro de sus acciones y pensamientos. En caso de presentar ansiedad excesiva, inconformidad o estrés, los encargados del proyecto recomendaban que se detuvieran inmediatamente, registrando el tiempo y las razones por las cuales finalizaron.
Lo que al principio parecía una idea inofensiva (ya que nadie anticipó lo que ocurriría) resultó en hallazgos impactantes y reveladores al concluir el experimento.
Al final, solo tres de los 68 participantes (dos chicos y una chica) lograron completar el experimento. Tres de ellos experimentaron ataques intensos de pánico, 29 reportaron síntomas como dolor abdominal, sofocos, sudoración y mareos; y casi todos mostraron síntomas de miedo y ansiedad.
Al finalizar el experimento, todos los síntomas de estrés desaparecieron de inmediato. Al describir su experiencia durante aquellas ocho horas, 51 de ellos usaron expresiones como “dependencia”, “parece que no puedo vivir sin…”, “dosis”, “necesito”. Todos, sin excepción, manifestaron sorpresa por el tipo de pensamientos que habían tenido, aunque se sintieron incapaces de analizarlos de manera racional debido al deterioro general de su estado psicológico.
Los adultos crecimos escribiendo cartas o teniendo reuniones, adaptándonos a las nuevas tecnologías con el tiempo. Sin embargo, los niños y adolescentes que nacieron en la era digital tienen a su disposición una variedad de dispositivos, llegando a no reconocer que existen otras alternativas para entretenerse. Es fundamental considerar esto al ofrecerles más opciones de diversión y aprendizaje.