Numerosas mujeres se lamentan de pasar la mayor parte de sus vidas en dietas, ejercitándose intensamente y aún así lidiando con sobrepeso. Si te sientes identificada, la ciencia ha presentado una justificación para este dilema. No todo es responsabilidad tuya.
Nuevas investigaciones indican que los tóxicos a los que se expusieron nuestros antepasados nos hacen más propensos a enfermedades. Sin importar cuán saludable sea nuestro estilo de vida, estos agentes ambientales que afectaron a nuestras madres, abuelas e incluso bisabuelas durante el embarazo pueden tener un impacto en las enfermedades que desarrollamos.
¡Finalmente una explicación!
Investigadores de la Universidad de Washington se propusieron elaborar una lista de los químicos presentes en nuestro entorno que, a través de la epigenética, pueden desencadenar enfermedades generaciones más tarde.
Dos estudios liderados por el biólogo molecular Michael Skinner, publicados en PLOS ONE y Reproductive Toxicology, sugieren que la exposición a plastificantes, comunes en botellas de plástico, y a hidrocarburos, como los combustibles de aeronaves, podría ser una causa de obesidad hasta tres generaciones después. Además, pueden influir en el desarrollo de enfermedades renales, de próstata, testículos y ovarios, así como en anomalías relacionadas con la pubertad.
Esta es la primera ocasión en que se verifica que estas dos exposiciones ambientales promueven enfermedades transgeneracionales.
Quizás no sea tu culpa y no lo sabías
Este fenómeno se conoce como «herencia transgeneracional epigenética». Así como los seres vivos (incluidos los humanos) heredan características de las secuencias de ADN de sus padres, también existe una herencia epigenética que implica la activación o desactivación de ciertos genes. Hasta el momento, el equipo de Skinner ha examinado seis tipos de tóxicos que pueden provocar trastornos generacionales más adelante.
El especialista destacó que muchas de estas enfermedades emergieron tres generaciones después.
Es interesante notar que estas condiciones no se manifestaron en la primera generación, es decir, en los hijos, sino en la de los bisnietos… (El estudio realizado en ratones) sugiere que la exposición ancestral de los abuelos y bisabuelos puede incrementar tu susceptibilidad a desarrollar obesidad.
Nuestros organismos son distintos
Cuando comparamos a dos personas -una con predisposición al sobrepeso y la otra sin ella- que siguen la misma dieta y realizan la misma cantidad de ejercicio, la que tiene mayor propensidad a ganar peso podría acabar desarrollando obesidad, en contraste con la otra.
La exposición de nuestros ancestros a estos tóxicos incrementa la susceptibilidad. Si eres consciente de tu predisposición a ganar peso, puedes implementar medidas para prevenir la obesidad.
Según los expertos, el período más crítico para la exposición es durante la formación del feto.
Cuando se produce la diferenciación en masculino o femenino es cuando hay una mayor sensibilidad a ser reprogramado, lo que constituye un fenómeno epigenético.
La obesidad es un riesgo creciente
Michael Skinner sostiene que los altos índices de obesidad actuales podrían estar relacionados con la exposición de nuestros ancestros a tóxicos. Estos químicos pueden haber originado una reprogramación en nuestro material genético, haciéndonos más propensos a aumentar de peso; un resultado explosivo cuando se combina con la comida rápida y el sedentarismo.
Si observas las tasas de obesidad de la década de 1950 y principios de 1960, eran relativamente bajas, en torno al cinco por ciento. En contraste, los niveles de obesidad actuales, tanto en niños como en adultos, se encuentran entre el 30 y 40 por ciento.
En el transcurso de tres generaciones, hemos presenciado un aumento drástico de la obesidad, un factor que no se puede atribuir únicamente a la genética o a ninguna otra causa que no sean influencias ambientales.
El especialista aclara que, aunque la dieta, la nutrición y el ejercicio son esenciales para prevenir la obesidad, no se deben subestimar los factores ancestrales.